Una hora más tarde del café
en las calles entraron las sombras.
Mientras iba hacia no sé donde
la tristeza clavó mis pensamientos.
Aún recientes sus palabras
tomé el otro autobús,
aquél, el de los recuerdos, quedó atrás
en el café de las dieciocho.
Subí acompañado de quienes no veía,
entre todos, alguien más como yo.
No me di cuenta de quién era
hasta que ella se sentó a mi lado.
Todos callados mirando a ninguna parte.
Sabía del calor de su cuerpo bajo el abrigo,
pero no hablé, ni me moví.
Con su mano en el vaquero
y su cabeza echada en mi hombro,
imaginé que todo era como antes,
como antes de aquel café