GALERÍA DE POEMAS
Décimas a los relojes que Góngora no conocía
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Despertador de pilas
Ingrato despertador
que al sueño en horas tempranas
despiertas por las mañanas
con tu solemne rigor
y repetido gorgor.
Tu regular paso fallas
y tus agujas encallas
sin batería o dañado.
Mas con el reloj parado
tú, tiempo, pasas y callas
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Reloj atómico
Por mucho que algún brillante
sabio en la moderna ciencia,
intentara su cadencia
encerrar en rimbombante
nombre “atómico”, bastante
atrevido fue; ¡no crean
dominarle! Pues bromean
queriendo en trabajo audaz
parar al tiempo fugaz
porque tanto le desean.
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Reloj sumergible
¡Oh tiempo! Protagonista
del pasado y del futuro
vives en tierra y mar; puro
observador y cronista
fiel de esta vida hedonista.
Con relojes han podido
medirte, mas escondido
tras alboradas y ocasos
tú, tenaz, sigues tus pasos
hasta en agua sumergido.
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Reloj de pulsera (de cuerda)
Reloj cuadrado o de esfera
del tiempo te crees dueño
en mi muñeca, hogareño,
silencioso. A tu manera
nuestra vida se acelera.
Yo al olvido te convoco
y al destierro te provoco
que por ignorarte lucho,
pues si quieres corres mucho
y cuando quiero yo, poco.
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Reloj de pulsera (automático)
Caja plana de metales,
mides tiempo y tus agujas
marcan mi frente. Dibujas
con trazo lento en cruciales
pasos, vidas desiguales.
Mi brazo mueve tus ruedas
sin que tregua me concedas
pues, un día como hoy,
la muerte viene y me voy
así que parado quedas.
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Reloj digital
Al tiempo invisible aporta
orden tu puntual medida.
En su concierto la vida
te requiere y te soporta.
¡Ingrato reloj! ¡Qué importa
ser de cuerda o digital!
Pensando como mortal
de tus bondades disiento:
ni avisas del nacimiento
ni tampoco del final.
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Al Reloj del Milenio (Museo Nacional de Escocia, Edimburgo)
Tus campaneos ufanos
abrazaron al Milenio
como obra de arte, de ingenio
hecha por expertas manos.
Mas ¿sabrán tus artesanos
que la vida es desengaño?
¿Que el hombre ya desde antaño,
cuánto tiempo viviremos
se pregunta? ¿Si estaremos
aquí un día, un mes, o un año?
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A todos los relojes
Son maquinarias perfectas
de engranajes y dentadas
ruedas, estandarizadas
piezas de metal selectas
que al medir son imperfectas.
¿Para qué tan atrevida
medición? Si su medida
no retrasa ni adelanta
la existencia, el tiempo aguanta
lo que nos dura la vida.
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Al Tiempo
Mirando al limpio camino
del sol y algunas estrellas
el hombre siguió tus huellas
para burlar su destino.
¡Humano! Qué desatino,
pues tiempo en reloj ofreces
mas sabes que son sandeces
que sus cadencias se innoven,
él siempre se queda joven
y tú pasas y envejeces.
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Reloj biológico
Con tus precisas medidas
a ritmo de mar y de olas
todos los cuerpos controlas
la salud del hombre cuidas
y regulas nuestras vidas.
Si reloj en mí se hospeda
del cerebro en su arboleda
puntual para mi gobierno
como un cronómetro interno
dime: ¿Qué tiempo me queda?
Otros Poemas
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El Bosque
En la tarde soleada y silenciosa
donde vive y duerme el pueblo y la fatiga
la naturaleza, acaso exuberante,
insomne suplica.
El río, que su flujo veloz arrastra
la corriente de agua oscura, deposita
su maná día y noche al campo y a la huerta
en quienes se abriga.
Mas, desviado su cauce por insensata
mano, cuando su caudal aguado achica
por ocio desangrado, atrás queda el campo
y la huerta ya herida.
Penosa espera es el tiempo para el árbol
con sentencia del aspa marcada encima,
y tras uno, otro, se lamenta el labriego
que ya poco grita.
¡Qué inocentes son el monte y su espesura!
¡Qué agresivo el motor y el hacha homicida!
Lacayos que cercenan pinos y robles
y la ingenua encina.
La vida corre y vuela por los caminos
o se arrastra invisible, en suave armonía
con las luces y las sombras que se mueven
por la campesina
libertad. Pero la muerte le acompaña
de camisa y pantalón verde vestida;
indefenso el bosque, exprime su alma y llora
lo que significa.
Son los árboles hermanos de los ríos
donde beben y la tierra que enraízan,
del viento y sol amigos; mudos sin queja
ardiendo en la pira.
Y cuando manchado el monte por el negro
carbón, su arbolado trueca ya en cenizas,
apagado el infortunio, allí de nuevo
renace la vida.
Maleza, vegetales, arbustos, fauna,
plantas y árboles que los ojos perfilan
este es el bosque que, con luces y sombras,
el hombre camina.
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Recuerdos del ayer
Érase un huerto verde y arbolado
de plantas con la flor acampanada,
rododendros,
mi padre en su vejez ya, muy agachado,
regando en la tierra seca y cuarteada
los almendros.
Manantial de agua poco caudalosa,
su amigo en la tarea dura del corto
regadío,
una mirada limpia y cariñosa,
solitario el trabajo, tan absorto
en estío.
La tierra cultivada con sus manos,
piel ajada, de estrías y de grietas
y de herida.
Pastor de las semillas y los granos,
honradez y familia fueron metas
de su vida.
Existencia gastada en su trabajo,
crepúsculos con sol bajo el dintel
de su puerta.
Duros años de vida cuesta abajo
entre suspiros y agua a su clavel
en la huerta.
Y un día quedó el fruto en la higuera
y la tierra lloró maleza a falta
de hortelano,
la muerte cierta vino en su carrera
y sereno bajó su cabeza alta
aún temprano.
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Soneto al primer beso
Aún recuerdo el último verano
eras un sueño sobre aquella roca,
esa tarde llevé con torpe mano
poco a poco mis dedos a tu boca.
Había niebla baja por el llano
con tu aroma, que aún tienta y trastoca
mis caprichos, tu cuerpo así cercano
perfuma mi pasión y la provoca.
Y atolondrado en súbito temblor
encendido mi cuerpo en fuego y llama
entregué la razón a mi embeleso.
Mas respondiste rápida al amor
y en mis labios, aún hoy, se derrama
la brasa primeriza de tu beso.
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Viaje de ida y vuelta
Una hora más tarde del café
en las calles entraron las sombras.
Mientras iba hacia no sé donde
la tristeza clavó mis pensamientos.
Aún recientes sus palabras
tomé el otro autobús,
aquél, el de los recuerdos, quedó atrás
en el café de las dieciocho.
Subí acompañado de quienes no veía,
entre todos, alguien más como yo.
No me di cuenta de quién era
hasta que ella se sentó a mi lado.
Todos callados mirando a ninguna parte.
Sabía del calor de su cuerpo bajo el abrigo,
pero no hablé, ni me moví.
Con su mano en el vaquero
y su cabeza echada en mi hombro,
imaginé que todo era como antes,
como antes de aquel café
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Despacio muy despacio
Despacio muy muy despacio
acaricié tus piernas y tus pies
en desnuda arquitectura,
Y continué acariciándote.
En tu vientre yo encontré
suave piel conmocionada
y en el mudo barranco de tus muslos
un oasis de agua y deseo.
En tus hombros encontré
la caída de tus manos
en búsqueda de un abrazo.
Y en tus pechos descubrí
dobles tallos de amapola
reverberando ante el sol.
Y en tu boca…
¡Encontré tanto en tu boca!
¡Cuántas cosas diría de tus labios!
Y abrazados en la noche
como otras, nos llegó la madrugada.
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Viaje eterno
Siento que viajar es algo eterno
el viaje es algo sin fondo
que no consume tiempo
el viaje nunca se acaba
se acaban nuestros sueños
y desnudos como guitarras
nos vamos con el viento,
el viaje sin fin continúa
incluso morando en el suelo
nadie sabe hasta dónde
puede llegar el paseo.
Soy un incansable viajero
voy del canto de la palabra
a la alquimia de los hechos
voy de la realidad
al néctar de mis deseos
desde los años quemados
al panal de mis recuerdos.
Atravieso aquellos caminos
donde vive el pensamiento
y a veces subo a la escoba
como si viviera un cuento.
Yo quiero volar muy lejos
quién sabe lo que veré mañana
en este desasosiego.
Quisiera coger el tren
que sale de los infiernos
donde muchos en la tierra viven
sin alcanzar nunca el cielo.
Anoche me dijo un hombre
que quisiera vivir de nuevo
me dijo que se fue de la vida
con un inacabado sueño,
llamó a mi ventana
con semblante serio
como hablaba con Poe
aquel misterioso cuervo.
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Casares (Málaga)
Abres tu puerta al mar y a las montañas
pueblo blanco colgado entre laderas,
las hojas de papel de tus higueras
se ventean con uvas y castañas.
Los senderos que van a tus cabañas.
Los campos, cortinales y las eras.
Los caminos marcados con chumberas.
Los hombres que llevaste en tus entrañas.
Son recuerdos que esconden mis amores,
mi infancia se quebró en tus empinadas
calles; allí murieron mis rubores
entre esquinas de casas encaladas.
Y hoy que se fueron todos mis mayores
vuelvo atrás a mis horas ya pasadas.
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De la mujer
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿Sabes tú adónde va?
(Gustavo Adolfo Bécquer.
Rima: XXXVIII)
La mujer ha sido y será siempre una fuente de inspiración constante en la lírica literaria. Son innumerables los poemas que tienen su planteamiento en la mujer como motivo de fondo y alrededor de ella se construyen los versos. Su personalidad nos atrae. A lo largo de los siglos, la mujer está presente en los textos literarios en cientos de poemas, en los que ella es la musa y el centro de la inspiración.
De la mujer hablamos y escribimos sobre el amor y el desamor, comentamos su belleza, sus sensibilidades, sus capacidades de emoción y la fuerza de sus sentimientos. Para el hombre, la mujer tiene un significado especial, pues hay múltiples aspectos que forman parte de las relaciones entre ambos. Con la mujer despertamos al amor, es nuestra compañera, creadora de ilusiones, maternal, delicada, representa la ternura, es tolerante y romántica, prudente y fuerte, sublime ideal en definitiva, pues por su mediación alcanzamos la vida, por todo ello debe merecer siempre nuestra admiración y profundo respeto.
Los poemas que siguen están inspirados en la mujer.
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Soneto del agua
Sale agua de los dulces manantiales
cuelga del azul agua en la tormenta
el océano de agua se alimenta
y agua en ríos, lagunas y humedales.
Los Polos se derriten tropicales
en los mares el agua está grasienta
hay pueblos con la gente aún sedienta
y otros hay que derrochan a raudales.
Y así humedal y fuente, mar y río,
lluvia y laguna, el agua nos advierte:
desierto, campo estéril y baldío,
se funde el hielo, el agua que se vierte.
De la Tierra una queja, un desafío,
que sin agua, vendrá pronto la muerte.
Marín Aranda
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El viento. II
Quisiera irme con el viento
y eliminar del mundo la pobreza
quisiera recorrer pueblos y valles
y confinar al odio y a la guerra,
quisiera desterrarles a otros mundos
comprobar que la paz ya no se queja
y que hasta aquí los hombres enemigos
negaran las palabras de pelea.
¡Qué duras suenan las voces
de aquellos que se aprovechan!
De los días y las noches
del naufragio y la tormenta,
cuándo terminará la vil desgracia,
cuándo se irán el hambre y la miseria.
Me embriagaré con el viento
que se lleve la indigencia.
Nunca podrán mis sueños comprender
a quien con todo se queda
a quienes cambian por oro
la luz, la sombra y la tierra,
a quienes tienen palacios
y se olvidan de quien guarda tristezas.
Marín Aranda